miércoles, 10 de julio de 2019

T59. 2ª parte: Un gol, cinco segundos...



Tras el brillante partido en el Coliseum frente al líder Revolta en el último partido de la primera vuelta, la segunda comenzó devolviendo la visita a su inexpugnable feudo.
El Míster en previsión de que el esfuerzo pasara factura, preparó un partido basado en la contención en defensa. El medio campo no podía repetir otro esfuerzo al mismo nivel. Así sacó un efectivo 4-3-3 con la esperanza de aguantar y producir algún ataque efectivo.
Hay partidos que no es imprescindible ganar, sino simplemente sumar lo que se pueda”, había anunciado Marsá.
Un penalty, parado por el siempre genial Hajiabadi en el minuto 19 se convirtió en el empujón definitivo que el equipo necesitaba. De nuevo al final de la primera parte otro paradón del portero y las acciones de la defensa permitían soñar con sacar un resultado positivo. 
 
El partido fue una auténtica lucha entre ambas fuerzas e incluso el Equipo creó alguna oportunidad de gol. 
 
La contención siguió en la segunda parte y las expectativas del Míster parecían cumplirse. Por si acaso, en el minuto 75 decidió renunciar al ya de por ´si debilitado ataque e hizo que el Capitán Molins fuera sustituido por Immerzeel que de inmediato pasó a reforzar el centro de la defensa.
En el 79', el más habilidoso de los delanteros locales se inventaba una chilena imposible para romper el empate. 1-0.
No quedaba otra y el Míster sustituyó a Olek por Jagoda para subir el nivel del medio campo que casi se igualó al del contrario. Era un todo o nada. La derrota ya era un hecho y el empate podía ser casi una victoria.
En esos últimos 10 minutos el partido se convirtió en un brutal intercambio de golpes, con los equipos casi agotados. Y los locales impusieron su mejor puntería para sentenciar un engañoso 4-0.


Marsá habló después del partido de la importancia de haber intentado sacar un único punto, de la incontestable superioridad del rival, y de cómo estuvieron a punto de lograr el objetivo, pero aclaró tajantemente que “este no era el partido que hay que ganar, sino los 6 que quedan...”.


A continuación, el Equipo entraba en los tres partidos fáciles del grupo. El objetivo sin duda era puntuar y preparar el terrible final de temporada con 3 finales seguidas, ya que en esos momentos el Equipo seguía en puestos de promoción.
 
El primer compromiso contra Pompes en el Coliseum, resultó más complicado de lo previsto a priori. El rival se defendió como gato panza arriba y a pesar de la superioridad de los locales tanto en su defensa como en el ataque no consiguió dominar el balón como suele ser habitual, quizás por una excesiva relajación de los jugadores, lo que complicó las cosas a pesar del tempranero 1-0 de Horacio Parra, que ya presentaba sus credenciales para el MVP de la temporada. 
 
El sorprendente empate en el 56' obligó al Ratoncito Bernabeu a tirar de los galones como máximo goleador histórico y jugador con más partidos disputados con el Equipo, ya entonces por encima de los 300, para marcar, tan sólo un minuto después y en una jugada típica de habilidad dentro del área, el 2-1 definitivo. Tan sólo 5 ocasiones dice mucho de la falta de tensión del equipo.
Aprendida la lección, el Equipo se esmeró en los dos partidos siguientes que resolvió con sendos 7-0, aprovechando para “cargar las pilas” y la confianza: el Equipo se encaramó al tercer puesto, a falta de la parte más difícil del calendario.


El antepenúltimo partido, primer escalón a superar, era frente a Tarraco, en esos momentos cuarto. Los ecos de la derrota en casa en la primera vuelta por un ajustado 1-2 preveían una visita muy complicada, además con la imperiosa necesidad de seguir puntuando. Era casi una eliminatoria directa para salvar la promoción.
El Míster planteó una 3-4-3 con ánimo de buscar la victoria con el dominio del balón. Y sobre todo con la motivación. Una salida en tromba, valiente, propició un tiro libre apenas transcurridos 4 minutos, que tras una ejecución de estrategia perfecta era rematada por el joven Cãtãlin Parfenie, uno de los canteranos que ya brillan en el equipo. Un cuarto de hora después, en el minuto 20, Gasau, el eterno suplente que ya es el cuarto jugador con más partidos en el Club, ponía el 2-0 aprovechando su magnífica temporada. 
 
La inmediata reacción del rival en el 21' con el 1-2 fue callada tajantemente, como no, sólo un minuto después por el Capitán Molins que siempre sabe estar cuando el Equipo necesita un dar un golpe de efecto.
La segunda parte se inicio con el mismo dominio lo que permitió a Navarro disponer de un penalty en le minuto 56, pero esta vez el fiable defensor mexicano envió el balón a la grada.
En el minuto 66 el rival se acercó de nuevo poniendo un 2-3 amenazador. Marsá reaccionó confiando en la resistencia de la media para meter a Immerzeel como cuarto defensa en detrimento de un Gasau que lo había dado todo. El Equipo se colocó con un 4-3-3 que le permitió asegurar la victoria.


Era la cuarta victoria consecutiva, muy importante por ser fuera de casa y por eliminar prácticamente a un rival directo, y que colocaba al Equipo en la segunda posición, tras la previsible derrota de Stevemasters, siguiente rival del equipo, en el ante le líder Zaragoza, a falta de los dos últimos partidos contra estos dos equipos que completaban la terna de cabeza.
En apenas unas semanas el Equipo, sorprendentemente, había saltado de luchar por la permanencia a estar a un punto del líder. “Nunca hemos pensado en el título. Como sabéis habíamos planteado una temporada de rehacer el equipo, entrenar y planificar”, dicho el Míster cuando esa semana la prensa empezó a lanzar las campanas al vuelo y a elevar las aspiraciones del equipo.


Penúltimo partido, ahora con una presión distinta, incluso como declaró el Capitán Molins, “Seguramente más alta: los aficionados han sufrido mucho y merecen el premio”.
El rival había vapuleado al Equipo en el segundo partido de la temporada, sin piedad, y ante la sorpresa general. Aquel 5-1 de la primera vuelta levantó muchas ampollas y desató las críticas, las dudas y los terrores. Era el momento de demostrar que el equipo había trabajado seriamente y que volvía a ser el que era. Tanto en entrenador como los jugadores lo sabían. 
Era quizás la gran prueba de la temporada. El Coliseum se llenó hasta la bandera como había sido habitual en la temporada: la afición nunca había abandonado al Equipo.
El Míster planteó el partido aprovechando la ventaja del campo y el magnífico estado de forma de la medular, con un 4-3-3. Los jugadores salieron al campo centrados el el objetivo de la victoria.
Y el gol no se hizo esperar: en el minuto 3, Parra, en plena racha goleadora esta temporada, recogía un mal despeje de la defensa contraria para hacer el 1-0.
Sorprendentemente, el Equipo acusó el gol propio y lejos de ganar confianza empezó a temer por lo ganado y el rival aprovechó el momento y demostró su indudable calidad. En el 13' conseguía el empate, en el único despiste de la defensa. La sombra de la sorpresa apareció en el ambiente . Y aun más cuando cuatro minutos más tarde, el incisivo extremo de Stevemasters conseguía plantarse sólo delante del portero local en un nuevo despiste defensivo. Pero esta vez el portugués Marquitos, fichaje estrella de la temporada, sacó su innegable calidad y supo mantener la portería en una parada de grandes reflejos. Su mirada a los defensas les infundió el a´pice de confianza y de ánimo que necesitaban.
En la siguiente jugada, el Equipo consiguiente un penalty a favor. El propio central Alejandro Navarro, tuvo la oportunidad de redimirse y anotó la pena máxima sin vacilación alguna. 2-1 en el minuto 18.
En el minuto 24, el rival perdía por lesión a su mejor artillero. Una ayuda nunca viene mal. Y el Equipo mantuvo e control hasta finalizar la primera parte.
La segunda parte comenzó con Immerzeel sustituyen en defensa al veterano Olek. Y el dominio ya fue aplastante. En el 50' Penha, el brasileño fichado esta temporada, hacía el 3-1 tranquilizador y a punto estaba de marcar el cuarto unos minutos después.
En el minuto 61, Jarés que acababa de entrar para reforzar más aun la delantera, forzaba un nuevo penalty que otra vez, Navarro convertía en el 4-1, que sería definitivo . Con esta acción el joven Jarés finalizaba su fugaz pero decisiva aparición en tan importante partido, para permitir la entrada de Kida, para poner el cerrojo en los último quince minutos del partido. La cara de felicidad del canterano, ya casi la estrella de la delantera, era el ejemplo de que en un equipo lo importante es aportar y no los minutos jugados. Toda una muestra de las enseñanzas y del espíritu que se respira en la cantera de Falkis.


Esta importante victoria, acompañada de la esperada del líder Zaragoza ante el farolillo rojo del grupo, llevaba al Equipo al último partido de liga a un punto del título, tras una temporada complicada y con mucho esfuerzo.


Cuando llegó el medio día, la vida pública de la ciudad se apagó. Ni siquiera los pájaros aleteaban de cornisa a cornisa buscando el resguardo del sol. El silencio, cargado de expectación sólo se rompía por el uniforme y leve sonido al radio saliendo por las ventanas, recorriendo las desiertas calles. Llenando todos los espacios y todos los corazones. Los abuelos y los nietos; los amigos y los que habían tenido alguna pequeña disputa; los que disfrutaban del sábado y los que tenían que ocupar su puesto sin clientes o a quien atender; las Reverendas Madres y los trasnochadores que habían unido un día al siguiente. Todos estaban entrando, a distancia, en el estadio aragonés para empujar al Equipo. Un broche inesperado a una temporada que había sido una montaña rusa de expectativas e ilusiones.


Cuando la comentarista Marien Lasondas leyó la alineación, la mayoría pasó de abrir mucho los ojos a esbozar una cómplice sonrisa elevando la ceja. El Míster era fiel al espíritu del Club: si el premio puede ser el título hay que por a por él . De frente, sin redes, sin dudas. Mar´sa en estado puro, heredero de Gierada.
2-5-3. Las cartas sobre la mesa. Sin reservas. Máxima confianza en los Parra-Pinilla y Aneiros, flanqueados por los siempre fiables Gasau y Jagoda. Defendidos por Navarro y Penha, los dos jugadores sudamericanos que ante la lesión de César y el envejecimiento de Majidi y Kida, habían dado un nuevo color a la línea defensiva. Detrás el cancerbero Marquitos. Y arriba los más en forma de los arietes: El veterano Molins, el joven Jarés y el goleador Bernabeu.

Enfrente el rival con su muralla de 4 defensas y 5 medios y un único, pero incisivo ariete.
La constelación de 78.5 estrellas del local, ensombrecía las apenas 71 de los visitantes.
Comenzó el partido y se vio que la apuesta defensiva se quedaba escasa en uno de los extremos. Delante habría que buscar el más mínimo hueco. El secreto, el único camino, que el Equipo dominara el balón: cuanto más dominio, más ocasiones propias y menos del rival. La sentencia del legendario “14” holandés.

Los primeros compases fueron confirmando la tendencia. Los suspiros empezaban a aparecer detrás de las ilusiones: el rival no conseguía hacer ocasiones y el Equipo poco a poco buscaba puerta. Al llegar a la media hora, una buena jugada del Equipo desbordando a los centrales rivales contrarios, les obligaba a cometer penalti. Navarro apareció en las oraciones de todos lo seguidores. Y no defraudó. Minuto 29: 0-1.

A partir de ese momento el Equipo va hilando jugadas, sin perder el control, pero no finaliza. Próximos al descanso, en el minuto 43, parece que el Ratoncito, como suele ser lo habitual, tira de galones y cree necesario hacer acto de presencia. Juega una bonita pared para colarse entre los centrales y se planta ante el guardameta al que bate con seguridad. ¡0-2!.
Sin duda era momento ideal. El descanso daba la oportunidad de recobrar fuerzas y confirmar órdenes y sobretodo sellar el conjuro de toda la plantilla.


La ilusión se disparó y los pocos aficionados que pudieron acompañar al equipo en el campo comenzaron a salir de sus refugios. En la ciudad las ventanas se abrieron y el que más y el que menos salió a tomar el aire, a compartir con los vecinos y a lanzar ánimos al cielo. También a respirar: la segunda parte iba a exigir mucho esfuerzo y la emoción estaría a flor de piel.


La segunda parte se inició con la misma tónica: control del balón y buscando puerta. En el minuto 50 el equipo dispuso de un córner perfectamente ejecutado, pero cuyo remate se escapaba por milímetros. Muchos corazones se encogieron, sabían que un tercer gol sentenciaba el partido, pero el cansancio de la defensa iba dejando huecos poco a poco. El equilibrio entre no permitir el balón al rival y que parecieran las ocasiones calaras en contra era cada vez más débil.

Marsá en el 60' decidió no forzar más y retiró a Bernabeu, después de haber cumplido con su objetivo de colocar al Equipo un escalón más cerca de la victoria, para reforzar la defensa con Majidi.
El cambio dio un poco de margen a la defensa y las cosas siguieron igual para alegría de los aficionados. Cada minuto que pasaba era un minuto menos de margen el rival.


Sorprendentemente en el 75' el rival cambió a su delantero, una auténtico killer por el suplente habitual, pero de menos calidad. También refrescó su línea medular.
Marsá por su parte a falta de sólo 15 minutos y sabiendo de la falta de la veteranía de la defensa, decidió apostar por el resultado e hizo que un Jarés que lo había dado todo luchando con los centrales rivales y que a base de juventud y picardía les había ganado la partida, dejara su puesto a Olek que se colocó en la zona izquierda de la defensa central, pasando a un extraño 4-5-1 con el capitán Molins sólo en punta.
Pero como luego explicaría, “las situaciones singulares, requieren soluciones singulares”. El cambio hizo que prácticamente la defensa quedara blindada, salvo un pequeño resquicio en el lateral derecho donde un casi agotado Navarro ponía experiencia y esfuerzo a destajo.


En el minuto 80 el rival decidía sacar a la cancha al veterano extremo al que llaman el “Finlandés volador”, un jugador de gran calidad pero ya limitado en resistencia. Sin duda una daga cuando el rival empieza a flojear.
Y efectivamente, en una impresionante incursión desbordando al mexicano, colocó un balón perfecto para que el delantero centro rematara imparablemente, con más fortuna que intención. 1-2, era el minuto 80.

El Equipo acusó el golpe, seguramente más por el cansancio que por la calidad, pero rápidamente desde el banquillo y desde el capitán se recordó que eran sólo 10 minutos los que quedaban. Había que resistir. La puesta ya no pasaba por las oportunidades propias, diezmadas con la falta de delanteros, sino por mantener el balón y defender con uñas y dientes. 
 
El esfuerzo era mayúsculo, tanto sobre el césped como en el banquillo, en las casas al otro lado de la radio, en el lama de cada aficionado. Se había hecho todo, pero un sólo gol del rival empataba el partido y les daba el punto que les hacía campeones.

Pasaron los minutos: el 81 y el 82 y llegó el 83 y después el 84 seguido del 85 que parecía el límite de las fuerzas. “¡Un poco más!”, sonaba en todas las cabezas y todos los corazones.
Y el por fin el 86 y muy lentamente el 87 y tras una eternidad el 88... y llegó el 89. Eran 60 segundos. La distancia a la gloria. De nuevo.


Y con el equipo concentrado en defender y conjurado para no permitir el más leve error, pasaron los segundos: 10, 20, 30, 40, 50... Era imposible, ¡nunca pasa nada a falta de 10 segundos!...

Pero esta vez, pasó. En el minuto 89, 55 segundos, la banda izquierda se derrumbó como un castillo de naipes y un zaguero rival que habida subido como el resto del equipo a la desesperada se encontró con un balón mágico que atravesó las piernas de los defensas como si de un duende se tratara, para quedar a su disposición y que lo enviará al fondo de la red a pesar del último esfuerzo del portero Marquitos.

Era el empate. Era de la derrota cruel y hasta infame. Era el título escapándose entre los dedos, como nunca había ocurrido, ni nunca se pudo imaginar. Era el premio merecido, no buscado ni ansiado, pero sí ganado a pulso, ¡a mucho pulso!, negado con una sonora bofetada por el ejército formado por el azar, el infortunio y la desesperación.

En los dos míseros y crueles minutos de descuento, Ostengo sustituyó a Molins en un atormentado último esfuerzo dentro de la pesadilla.


Al final, como dijo el poeta, llegó el final. 
 
Y en la banda, en el pasillo, en el vestuario, en cada uno de sus bancos, en las duchas y en el autocar de vuelta; en las casas, en los patios, en las calles y plazuelas; en las mentes, en los corazones y en los ojos, todo fue tristeza, sorpresa y desilusión.
... pero lo importante es que en los corazones se quede plantado ese brillo, aunque tenue, débil y apenas perceptible, de que lo que se anhela es posible y de que con paciencia y fe se llega incluso donde jamás se pensó que se podría llegar.
Un gol, 5 segundos o un incluso un título, al final, en el fondo, son efímeros, muy efímeros. Y, realmente, poco importantes”,
dijo el Míster rodeado de la plantilla y resto de cuerpo técnico, trabajadores y demás staff, desde el escenario, en el Coliseum, frente a miles de aficionados, al final del enorme recibimiento y de la gran fiesta de final de temporada.