Tras
el brillante partido en el Coliseum frente al líder Revolta en el
último partido de la primera vuelta, la segunda comenzó devolviendo
la visita a su inexpugnable feudo.
El
Míster en previsión de que el esfuerzo pasara factura, preparó un
partido basado en la contención en defensa. El medio campo no podía
repetir otro esfuerzo al mismo nivel. Así sacó un efectivo 4-3-3
con la esperanza de aguantar y producir algún ataque efectivo.
“Hay
partidos que no es imprescindible ganar, sino simplemente sumar lo
que se pueda”, había anunciado Marsá.
Un
penalty, parado por el siempre genial Hajiabadi en el minuto 19 se
convirtió en el empujón definitivo que el equipo necesitaba. De
nuevo al final de la primera parte otro paradón del portero y las
acciones de la defensa permitían soñar con sacar un resultado
positivo.
El
partido fue una auténtica lucha entre ambas fuerzas e incluso el
Equipo creó alguna oportunidad de gol.
La
contención siguió en la segunda parte y las expectativas del
Míster parecían cumplirse. Por si acaso, en el minuto 75 decidió
renunciar al ya de por ´si debilitado ataque e hizo que el Capitán
Molins fuera sustituido por Immerzeel que de inmediato pasó a
reforzar el centro de la defensa.
En el
79', el más habilidoso de los delanteros locales se inventaba una
chilena imposible para romper el empate. 1-0.
No
quedaba otra y el Míster sustituyó a Olek por Jagoda para subir el
nivel del medio campo que casi se igualó al del contrario. Era un
todo o nada. La derrota ya era un hecho y el empate podía ser casi
una victoria.
En
esos últimos 10 minutos el partido se convirtió en un brutal
intercambio de golpes, con los equipos casi agotados. Y los locales
impusieron su mejor puntería para sentenciar un engañoso 4-0.
Marsá
habló después del partido de la importancia de haber intentado
sacar un único punto, de la incontestable superioridad del rival, y
de cómo estuvieron a punto de lograr el objetivo, pero aclaró
tajantemente que “este no era el partido que hay que ganar, sino
los 6 que quedan...”.
A
continuación, el Equipo entraba en los tres partidos fáciles del
grupo. El objetivo sin duda era puntuar y preparar el terrible final
de temporada con 3 finales seguidas, ya que en esos momentos el
Equipo seguía en puestos de promoción.
El
primer compromiso contra Pompes en el Coliseum, resultó más
complicado de lo previsto a priori. El rival se defendió como gato
panza arriba y a pesar de la superioridad de los locales tanto en su
defensa como en el ataque no consiguió dominar el balón como suele
ser habitual, quizás por una excesiva relajación de los jugadores,
lo que complicó las cosas a pesar del tempranero 1-0 de Horacio
Parra, que ya presentaba sus credenciales para el MVP de la
temporada.
El
sorprendente empate en el 56' obligó al Ratoncito Bernabeu a
tirar de los galones como máximo goleador histórico y jugador con
más partidos disputados con el Equipo, ya entonces por encima de los
300, para marcar, tan sólo un minuto después y en una jugada
típica de habilidad dentro del área, el 2-1 definitivo. Tan sólo 5
ocasiones dice mucho de la falta de tensión del equipo.
Aprendida
la lección, el Equipo se esmeró en los dos partidos siguientes que
resolvió con sendos 7-0, aprovechando para “cargar las pilas” y
la confianza: el Equipo se encaramó al tercer puesto, a falta de la
parte más difícil del calendario.
El
antepenúltimo partido, primer escalón a superar, era frente a
Tarraco, en esos momentos cuarto. Los ecos de la derrota en casa en
la primera vuelta por un ajustado 1-2 preveían una visita muy
complicada, además con la imperiosa necesidad de seguir puntuando.
Era casi una eliminatoria directa para salvar la promoción.
El
Míster planteó una 3-4-3 con ánimo de buscar la victoria con el
dominio del balón. Y sobre todo con la motivación. Una salida en
tromba, valiente, propició un tiro libre apenas transcurridos 4
minutos, que tras una ejecución de estrategia perfecta era rematada
por el joven Cãtãlin Parfenie, uno de los canteranos que ya brillan
en el equipo. Un cuarto de hora después, en el minuto 20, Gasau, el
eterno suplente que ya es el cuarto jugador con más partidos en el
Club, ponía el 2-0 aprovechando su magnífica temporada.
La
inmediata reacción del rival en el 21' con el 1-2 fue callada
tajantemente, como no, sólo un minuto después por el Capitán
Molins que siempre sabe estar cuando el Equipo necesita un dar un
golpe de efecto.
La
segunda parte se inicio con el mismo dominio lo que permitió a
Navarro disponer de un penalty en le minuto 56, pero esta vez el
fiable defensor mexicano envió el balón a la grada.
En el
minuto 66 el rival se acercó de nuevo poniendo un 2-3 amenazador.
Marsá reaccionó confiando en la resistencia de la media para meter
a Immerzeel como cuarto defensa en detrimento de un Gasau que lo
había dado todo. El Equipo se colocó con un 4-3-3 que le permitió
asegurar la victoria.
Era la
cuarta victoria consecutiva, muy importante por ser fuera de casa y
por eliminar prácticamente a un rival directo, y que colocaba al
Equipo en la segunda posición, tras la previsible derrota de
Stevemasters, siguiente rival del equipo, en el ante le líder
Zaragoza, a falta de los dos últimos partidos contra estos dos
equipos que completaban la terna de cabeza.
En
apenas unas semanas el Equipo, sorprendentemente, había saltado de
luchar por la permanencia a estar a un punto del líder. “Nunca
hemos pensado en el título. Como sabéis habíamos planteado una
temporada de rehacer el equipo, entrenar y planificar”, dicho
el Míster cuando esa semana la prensa empezó a lanzar las campanas
al vuelo y a elevar las aspiraciones del equipo.
Penúltimo
partido, ahora con una presión distinta, incluso como declaró el
Capitán Molins, “Seguramente más alta: los aficionados han
sufrido mucho y merecen el premio”.
El
rival había vapuleado al Equipo en el segundo partido de la
temporada, sin piedad, y ante la sorpresa general. Aquel 5-1 de la
primera vuelta levantó muchas ampollas y desató las críticas, las
dudas y los terrores. Era el momento de demostrar que el equipo había
trabajado seriamente y que volvía a ser el que era. Tanto en
entrenador como los jugadores lo sabían.
Era quizás la gran prueba
de la temporada. El Coliseum se llenó hasta la bandera como había
sido habitual en la temporada: la afición nunca había abandonado al
Equipo.
El
Míster planteó el partido aprovechando la ventaja del campo y el
magnífico estado de forma de la medular, con un 4-3-3. Los jugadores
salieron al campo centrados el el objetivo de la victoria.
Y el
gol no se hizo esperar: en el minuto 3, Parra, en plena racha
goleadora esta temporada, recogía un mal despeje de la defensa
contraria para hacer el 1-0.
Sorprendentemente,
el Equipo acusó el gol propio y lejos de ganar confianza empezó a
temer por lo ganado y el rival aprovechó el momento y demostró su
indudable calidad. En el 13' conseguía el empate, en el único
despiste de la defensa. La sombra de la sorpresa apareció en el
ambiente . Y aun más cuando cuatro minutos más tarde, el incisivo
extremo de Stevemasters conseguía plantarse sólo delante del
portero local en un nuevo despiste defensivo. Pero esta vez el
portugués Marquitos, fichaje estrella de la temporada, sacó su
innegable calidad y supo mantener la portería en una parada de
grandes reflejos. Su mirada a los defensas les infundió el a´pice
de confianza y de ánimo que necesitaban.
En la
siguiente jugada, el Equipo consiguiente un penalty a favor. El
propio central Alejandro Navarro, tuvo la oportunidad de redimirse y
anotó la pena máxima sin vacilación alguna. 2-1 en el minuto 18.
En el
minuto 24, el rival perdía por lesión a su mejor artillero. Una
ayuda nunca viene mal. Y el Equipo mantuvo e control hasta finalizar
la primera parte.
La
segunda parte comenzó con Immerzeel sustituyen en defensa al
veterano Olek. Y el dominio ya fue aplastante. En el 50' Penha, el
brasileño fichado esta temporada, hacía el 3-1 tranquilizador y a
punto estaba de marcar el cuarto unos minutos después.
En el
minuto 61, Jarés que acababa de entrar para reforzar más aun la
delantera, forzaba un nuevo penalty que otra vez, Navarro convertía
en el 4-1, que sería definitivo . Con esta acción el joven Jarés
finalizaba su fugaz pero decisiva aparición en tan importante
partido, para permitir la entrada de Kida, para poner el cerrojo en
los último quince minutos del partido. La cara de felicidad del
canterano, ya casi la estrella de la delantera, era el ejemplo de que
en un equipo lo importante es aportar y no los minutos jugados. Toda
una muestra de las enseñanzas y del espíritu que se respira en la
cantera de Falkis.
Esta
importante victoria, acompañada de la esperada del líder Zaragoza
ante el farolillo rojo del grupo, llevaba al Equipo al último
partido de liga a un punto del título, tras una temporada complicada
y con mucho esfuerzo.
Cuando
llegó el medio día, la vida pública de la ciudad se apagó. Ni
siquiera los pájaros aleteaban de cornisa a cornisa buscando el
resguardo del sol. El silencio, cargado de expectación sólo se
rompía por el uniforme y leve sonido al radio saliendo por las
ventanas, recorriendo las desiertas calles. Llenando todos los
espacios y todos los corazones. Los abuelos y los nietos; los amigos
y los que habían tenido alguna pequeña disputa; los que disfrutaban
del sábado y los que tenían que ocupar su puesto sin clientes o a
quien atender; las Reverendas Madres y los trasnochadores que habían
unido un día al siguiente. Todos estaban entrando, a distancia, en
el estadio aragonés para empujar al Equipo. Un broche inesperado a
una temporada que había sido una montaña rusa de expectativas e
ilusiones.
Cuando
la comentarista Marien Lasondas leyó la alineación, la mayoría
pasó de abrir mucho los ojos a esbozar una cómplice sonrisa
elevando la ceja. El Míster era fiel al espíritu del Club: si el
premio puede ser el título hay que por a por él . De frente, sin
redes, sin dudas. Mar´sa en estado puro, heredero de Gierada.
2-5-3.
Las cartas sobre la mesa. Sin reservas. Máxima confianza en los
Parra-Pinilla y Aneiros, flanqueados por los siempre fiables Gasau y
Jagoda. Defendidos por Navarro y Penha, los dos jugadores
sudamericanos que ante la lesión de César y el envejecimiento de
Majidi y Kida, habían dado un nuevo color a la línea defensiva.
Detrás el cancerbero Marquitos. Y arriba los más en forma de los
arietes: El veterano Molins, el joven Jarés y el goleador Bernabeu.
Enfrente
el rival con su muralla de 4 defensas y 5 medios y un único, pero
incisivo ariete.
La
constelación de 78.5 estrellas del local, ensombrecía las apenas 71
de los visitantes.
Comenzó
el partido y se vio que la apuesta defensiva se quedaba escasa en uno
de los extremos. Delante habría que buscar el más mínimo hueco. El
secreto, el único camino, que el Equipo dominara el balón: cuanto
más dominio, más ocasiones propias y menos del rival. La sentencia
del legendario “14” holandés.
Los
primeros compases fueron confirmando la tendencia. Los suspiros
empezaban a aparecer detrás de las ilusiones: el rival no conseguía
hacer ocasiones y el Equipo poco a poco buscaba puerta. Al llegar a
la media hora, una buena jugada del Equipo desbordando a los
centrales rivales contrarios, les obligaba a cometer penalti. Navarro
apareció en las oraciones de todos lo seguidores. Y no defraudó.
Minuto 29: 0-1.
A
partir de ese momento el Equipo va hilando jugadas, sin perder el
control, pero no finaliza. Próximos al descanso, en el minuto 43,
parece que el Ratoncito, como suele ser lo habitual, tira de
galones y cree necesario hacer acto de presencia. Juega una bonita
pared para colarse entre los centrales y se planta ante el guardameta
al que bate con seguridad. ¡0-2!.
Sin
duda era momento ideal. El descanso daba la oportunidad de recobrar
fuerzas y confirmar órdenes y sobretodo sellar el conjuro de toda la
plantilla.
La
ilusión se disparó y los pocos aficionados que pudieron acompañar
al equipo en el campo comenzaron a salir de sus refugios. En la
ciudad las ventanas se abrieron y el que más y el que menos salió a
tomar el aire, a compartir con los vecinos y a lanzar ánimos al
cielo. También a respirar: la segunda parte iba a exigir mucho
esfuerzo y la emoción estaría a flor de piel.
La
segunda parte se inició con la misma tónica: control del balón y
buscando puerta. En el minuto 50 el equipo dispuso de un córner
perfectamente ejecutado, pero cuyo remate se escapaba por milímetros.
Muchos corazones se encogieron, sabían que un tercer gol sentenciaba
el partido, pero el cansancio de la defensa iba dejando huecos poco a
poco. El equilibrio entre no permitir el balón al rival y que
parecieran las ocasiones calaras en contra era cada vez más débil.
Marsá
en el 60' decidió no forzar más y retiró a Bernabeu, después de
haber cumplido con su objetivo de colocar al Equipo un escalón más
cerca de la victoria, para reforzar la defensa con Majidi.
El
cambio dio un poco de margen a la defensa y las cosas siguieron igual
para alegría de los aficionados. Cada minuto que pasaba era un
minuto menos de margen el rival.
Sorprendentemente
en el 75' el rival cambió a su delantero, una auténtico killer
por el suplente habitual, pero de menos calidad. También
refrescó su línea medular.
Marsá
por su parte a falta de sólo 15 minutos y sabiendo de la falta de la
veteranía de la defensa, decidió apostar por el resultado e hizo
que un Jarés que lo había dado todo luchando con los centrales
rivales y que a base de juventud y picardía les había ganado la
partida, dejara su puesto a Olek que se colocó en la zona izquierda
de la defensa central, pasando a un extraño 4-5-1 con el capitán
Molins sólo en punta.
Pero
como luego explicaría, “las situaciones singulares, requieren
soluciones singulares”. El cambio hizo que prácticamente la
defensa quedara blindada, salvo un pequeño resquicio en el lateral
derecho donde un casi agotado Navarro ponía experiencia y esfuerzo a
destajo.
En el
minuto 80 el rival decidía sacar a la cancha al veterano extremo al
que llaman el “Finlandés volador”, un jugador de gran
calidad pero ya limitado en resistencia. Sin duda una daga cuando el
rival empieza a flojear.
Y
efectivamente, en una impresionante incursión desbordando al
mexicano, colocó un balón perfecto para que el delantero centro
rematara imparablemente, con más fortuna que intención. 1-2, era el
minuto 80.
El
Equipo acusó el golpe, seguramente más por el cansancio que por la
calidad, pero rápidamente desde el banquillo y desde el capitán se
recordó que eran sólo 10 minutos los que quedaban. Había que
resistir. La puesta ya no pasaba por las oportunidades propias,
diezmadas con la falta de delanteros, sino por mantener el balón y
defender con uñas y dientes.
El
esfuerzo era mayúsculo, tanto sobre el césped como en el banquillo,
en las casas al otro lado de la radio, en el lama de cada aficionado.
Se había hecho todo, pero un sólo gol del rival empataba el partido
y les daba el punto que les hacía campeones.
Pasaron
los minutos: el 81 y el 82 y llegó el 83 y después el 84 seguido
del 85 que parecía el límite de las fuerzas. “¡Un poco más!”,
sonaba en todas las cabezas y todos los corazones.
Y el
por fin el 86 y muy lentamente el 87 y tras una eternidad el 88... y
llegó el 89. Eran 60 segundos. La distancia a la gloria. De nuevo.
Y con
el equipo concentrado en defender y conjurado para no permitir el más
leve error, pasaron los segundos: 10, 20, 30, 40, 50... Era
imposible, ¡nunca pasa nada a falta de 10 segundos!...
Pero
esta vez, pasó. En el minuto 89, 55 segundos, la banda izquierda se
derrumbó como un castillo de naipes y un zaguero rival que habida
subido como el resto del equipo a la desesperada se encontró con un
balón mágico que atravesó las piernas de los defensas como si de
un duende se tratara, para quedar a su disposición y que lo enviará
al fondo de la red a pesar del último esfuerzo del portero
Marquitos.
Era el
empate. Era de la derrota cruel y hasta infame. Era el título
escapándose entre los dedos, como nunca había ocurrido, ni nunca se
pudo imaginar. Era el premio merecido, no buscado ni ansiado, pero sí
ganado a pulso, ¡a mucho pulso!, negado con una sonora bofetada por
el ejército formado por el azar, el infortunio y la desesperación.
En los
dos míseros y crueles minutos de descuento, Ostengo sustituyó a
Molins en un atormentado último esfuerzo dentro de la pesadilla.
Al
final, como dijo el poeta, llegó el final.
Y en
la banda, en el pasillo, en el vestuario, en cada uno de sus bancos,
en las duchas y en el autocar de vuelta; en las casas, en los patios,
en las calles y plazuelas; en las mentes, en los corazones y en los
ojos, todo fue tristeza, sorpresa y desilusión.
“...
pero lo importante es que en los corazones se quede plantado ese
brillo, aunque tenue, débil y apenas perceptible, de que lo que se
anhela es posible y de que con paciencia y fe se llega incluso donde
jamás se pensó que se podría llegar.
Un
gol, 5 segundos o un incluso un título, al final, en el fondo, son
efímeros, muy efímeros. Y, realmente, poco importantes”,
dijo
el Míster rodeado de la plantilla y resto de cuerpo técnico,
trabajadores y demás staff, desde el escenario, en el Coliseum,
frente a miles de aficionados, al final del enorme recibimiento y de la gran fiesta de
final de temporada.