domingo, 10 de junio de 2018

T56. Sexta victoria contra viento y marea.



El agua que resbalaba por su pelo y caía por su frente, lo obligaba a mantener los ojos guiñados. La lluvia formaba una especie de cortina que anulaba los colores y cubría todo de un tono grisáceo. Respiraba un aire fresco y húmedo que le llenaba los pulmones. Le encantaba jugar en días como este. Siempre le había gustado.

Y no sólo porque con el campo embarrado su corpulencia fuera una ventaja para pelear por el sitio junto al balón y arrastrarlo lejos de la maraña de piernas que lo rodeaban, sino porque obligaba a anticiparse a cada bote resbaladizo, a meter el pie con cuidado muy por debajo para levantarlo, a ir siempre un paso por delante.

Cada vez que llegaba al campo en días como estos, no podía evitar esperar encontrarse el olor húmedo a serrín y madera de aquellos pasillos y aulas del Colegio de la Reverendas Madres Clarisas que servían de improvisados vestuarios cuando empezaba a jugar en aquel incipiente DaniFalkis. 
 
¡Qué suerte tuvieron!.
La creación del equipo juvenil por el italiano Mazzola y la posterior llegada al puesto de entrenador del goleador Gierada, propiciaron el trabajo con los delanteros más jóvenes que dio una primera hornada, espectacular, con los Zubiaurre, Zuleta y finalmente Carlos Ríos, “el canterano del millón y medio de euros” como le había llamado la prensa en el momento de su traspaso récord. 
 
Después llegaría él y Bernabeu y después Molins. Sus compañeros. Sus amigos. Y la tripleta que había marcado una época protegidos y dirgidos por el segundo entrenador delantero, el mito Jonás Marsá. 
 
Pero no olvidaba que todo había empezado, hace muchas temporadas, con Antonio López. El primer goleador del equipo en aquel campo sencillo que luego se convertiría en el impecable Coliseum que ahora disfrutaban.

¡Raúl!”, gritó anticipándose a todos cuando el balón cayó de las nubes después de uno de esos pases fantásticos de Majidi en un córner. Hoy con el italiano Ostengo en el banquillo, la responsabilidad de luchar esos balones aéreos le tocaba a él.

Era un partido complicado. Venían de empezar la segunda vuelta con derrota y el exigente público que llenaba el Coliseum se merecía, y más con la que estaba cayendo, una victoria y devolver al Equipo a la primera posición del grupo. Pero el Míster había sacado su varita en el vestuario y se lo había dejado muy claro en la charla antes de saltar al campo.

Hoy más que nunca tenemos que basar nuestro juego en dominar le balón. Lo tenemos que tener siempre. Nos servirá como ataque, creando ocasiones, y como defensa, evitando que las tengan ellos. Si no tienen ocasiones, su delantera por muy fuerte que sea no podrá marcarnos. Y nosotros tendremos ocasiones. Y fallaremos muchas porque su defensa y su portero son fuertes, pero al final llegará el gol. Paciencia.”

Y como siempre había acertado. Al menos en la primera parte. Habían creado muchas ocasiones: un penalty a Majidi que se merendó el árbitro belga nada más sacar de centro, un tiro al larguero del mismo Majidi con esa fina puntería que tenía, una jugada de inteligencia en el área como sólo el Capitán Molins era capaz... Pero el gol todavía no había llegado. Eso sí, el contrario sólo había creado una jugada y el balón se fue lejos de la portería.

En esta segunda parte el Ratoncito lo intentaba, sin suerte. Pero no se rendía. Haberse convertido en el máximo goleador histórico del equipo no era producto de la casualidad. Seguía tirando esos demarques y ofreciéndose en el área, volviendo locos a los defensas y abriendo ocasiones a sus compañeros. Su fama le precedía. Y sabía jugar muy bien con ello.
Producto de una de esas jugadas, le cedió el balón a media altura entre los desconcertados defensas que intentaban tapar el tiro y Raul enganchó una de esas voleas que tan bien se le daban para clavar el 1-0.

Luego vino el penalty, esta vez sí pitado, que Ilkil Majidi, como siempre, clavó al lado contrario del portero. 2-0.

Y otra falta de Majidi que el portero sacó con la punta de los dedos de la misma escuadra. Sí que era bueno el guardameta, como les había advertido el Míster. Sobre todo al lado derecho.

Y alguna ocasión más. No obstante aunque el 2-0 parecía encarrilar el resultado, la defensa estaba muy cansada apesar del refuerzo de Engler que había salido por el Capitán hacía unos minutos y cualquier ataque podría darles el gol a los contrarios y meterlos en el partido de nuevo.

Quedaban apenas diez minutos y el Míster les recordaba, empapado desde la banda, que no arriesgaran, que tocaran con facilidad y que siguieran luchando cada jugada.

El balón se quedó clavado en el blando y húmedo césped. Vio venir al defensa y supo lo que tenía que hacer. Metió el cuerpo y aguantó la embestida. Luego se giró apoyando su espalda en el contrario que se quedó bloqueado. Un segundo defensor intentó meter la pierna, pero con un suave toque movió el balón lo justo para pasársela por debajo. Fintó a un lado y con el exterior salió hacia el contrario con el balón pegado, dejando a un tercer rival sentado en el suelo, al menos anímicamente. Estaba en la frontal y sabía que ya era suyo. El portero salió intentando tapar todos los huecos, pero Gomila se encontraba en su salsa: un suave toque envolviéndolo por la derecha mandó el balón con cierto efecto para que botara resbalando apenas unos centímetros fuera del alcance del guardameta. El esférico se estrelló contra la esquina interior de la red cayendo mansamente al inundado suelo. 
 
Hay que tirar al palo de atrás”, solía decir Antonio López, hoy Secretario General del Club, cuando se pasaba por el entrenamiento de los chavales. 
Ahí siempre es gol”.

¡Qué razón tenía!.



NOTA: Con estos dos goles Gomila, el jugador activo que más temporadas lleva en el primer equipo, alcanza los 11 goles en esta y con los 7 en Liga se coloca líder en solitario del Trofeo Pichichi del Grupo.

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