domingo, 1 de marzo de 2015

El Club: Nombre y Apellidos.


Muchas veces se ha dicho: “¿Cómo es el nombre de ese equipo?, ¿Flikis, Fulkis, Falkirk como el irlandés, o Friskies como la comida de perros?.
Lo sé. Es raro. Ni siquiera exótico. Sólo…¡raro!.

Onomatopéyico y algo cacofónico, ni remite a nada, ni suena a algo. Ni siquiera se puede decir que suene bien.
Sólo parece sonar mejor si se menciona el clásico mafoniano: “Falkis- Beltröem”, por el enfrentamiento ancestral con el equipo hermano, con el que comparte historia y leyenda.

Pero si para explicar el extraño nombre de Falkis solo se puede recurrir a narrar la historia de un más extraño y aún más desconocido país llamado Mafonia, parece que la cuestión no tenga sentido. Ni lleve a ninguna parte.

Por tanto sólo decir que es así: corto, sencillo y contundente. Y con una ortografía tan poco habitual en su localización geográfica, como él mismo.
Se podría decir que sus orígenes estaban en la ciudad de Ostrava, en la antigua Checoslovaquia. La mítica Czekoslovenska que un adolescente idealizó y que inmortalizó un Farolillo Rojo en el irrecuperable “El Globo”. Pero tampoco aportaría mucho. No aportaría nada. Salvo más confusión y más niebla y más oscuridad. Como el aire cargado de hollín y humo fabril del paisaje gris y apagado de la propia Ostrava.

Quizás su fonética tenga reminiscencias nórdicas.
Quizás vikingas: “El guerrero desembarcó del Falkis sobre el que se había adentrado en el misterioso océano en busca de un nuevo mundo…”.
Quizás de ahí venga la denominación de sus seguidores: “Los Dragones de Falkis”. Una suerte de aguerridos luchadores cuya misión es atemorizar al contrario y robarle el valor. Y hasta el corazón. No importa lo que haya que hacer. No importa lo que cueste.

Sí, a veces se confundirá con Falkirk, en Eire. Y hasta los colores son los “green, white and gold” de la épica tonada cantada por Elvis (el Costello) e inspirada por los "Jefes del Clan" en aquella mítica banda sonora del “Largo Camino a Casa”, tan irlandés. Pero no es. No.

Mafonia. Chequia. Los vikingos. Eire. Y finalmente Madrid.
No hay duda que nadie se siente extraño en la capital del mundo…

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