Muchas veces se ha dicho: “¿Cómo es
el nombre de ese equipo?, ¿Flikis, Fulkis, Falkirk como el irlandés, o
Friskies como la comida de perros?.
Lo sé. Es raro. Ni siquiera exótico.
Sólo…¡raro!.
Onomatopéyico y algo cacofónico, ni remite a nada, ni suena a algo. Ni siquiera se puede decir que suene bien.
Sólo parece sonar mejor si se menciona
el clásico mafoniano: “Falkis- Beltröem”, por el enfrentamiento
ancestral con el equipo hermano, con el que comparte historia y
leyenda.
Pero si para explicar el extraño
nombre de Falkis solo se puede recurrir a narrar la historia de un
más extraño y aún más desconocido país llamado Mafonia, parece
que la cuestión no tenga sentido. Ni lleve a ninguna parte.
Por tanto sólo decir que es así:
corto, sencillo y contundente. Y con una ortografía tan poco
habitual en su localización geográfica, como él mismo.
Se podría decir que sus orígenes
estaban en la ciudad de Ostrava, en la antigua Checoslovaquia. La
mítica Czekoslovenska que un adolescente idealizó y que inmortalizó
un Farolillo Rojo en el irrecuperable “El Globo”. Pero tampoco
aportaría mucho. No aportaría nada. Salvo más confusión y más
niebla y más oscuridad. Como el aire cargado de hollín y humo
fabril del paisaje gris y apagado de la propia Ostrava.
Quizás su fonética tenga
reminiscencias nórdicas.
Quizás vikingas: “El guerrero
desembarcó del Falkis sobre el que se había adentrado en el misterioso océano en busca de un nuevo mundo…”.
Quizás de ahí venga la denominación
de sus seguidores: “Los Dragones de Falkis”. Una suerte de
aguerridos luchadores cuya misión es atemorizar al contrario y
robarle el valor. Y hasta el corazón. No importa lo que haya que
hacer. No importa lo que cueste.
Sí, a veces se confundirá con Falkirk,
en Eire. Y hasta los colores son los “green, white and gold”
de la épica tonada cantada por Elvis (el Costello) e inspirada por
los "Jefes del Clan" en aquella mítica banda sonora del “Largo Camino
a Casa”, tan irlandés. Pero no es. No.
Mafonia. Chequia. Los vikingos. Eire. Y
finalmente Madrid.
No hay duda que nadie se siente extraño
en la capital del mundo…
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