Y llegó el día.
Toda la temporada resumida a 90
minutos.
El examen final. La revalida
definitiva. Matar o morir.
El rival venía de una
temporada de brillantes goleadas y resultados fáciles. Sin apenas desgaste se había plantado en la promoción a la exclusiva VI.
Por el contrario el Equipo había
tenido que luchar durante la mayor parte de la temporada para, a duras
penas, salvar el descenso directo y agarrase con las uñas al partido
de promoción.
El reto era inconmensurable.
Una vez más el Mister Gierada
demostró su capacidad de análisis y su imaginación a la hora
de confeccionar alineaciones y preparar partidos y estrategias y sacó su magia.
Recurriendo al ataque cuando es necesario y leyendo cuando
al rival se le debe ganar en el medio campo.
Una lección de un
maestro. Seguramente su lección final.
Y ello acompañado de su talento para
gestionar las fuerzas del equipo en la justa medida y reservar lo
necesario para los momentos definitivos. Y entonces saber sacar de los
jugadores el último gran esfuerzo, conseguir que luchen hasta el
último aliento.
Y así fue.
Planteó una alineación basada en los
pilares del equipo y los refuerzos de última hora brillantemente
obtenidos para fortalecer los puntos necesarios:
Un mediocampo consistente y creativo,
respaldado por dos defensas seguros, que pudiera concentrarse en alimentar
de balones a la tripleta delantera.
Y todos dando lo mejor en el momento
necesario.
Así planteado, el equipo salió a por
todas desde que pisó el campo y en apenas 5 minutos había encauzado el partido.
Dos geniales jugadas por el centro, al
más puro estilo de este Falkis, que resolvieron en el minuto 2 el
veterano canterano Gilbert, que ya es una referencia y un mito en el
club asumiendo su responsabilidad, y tres minutos después el
elegante Van Goethem con uno de sus habilidosos y finos disparos
colocando el balón donde nadie puede alcanzarlo. Si alguien pensaba
que la llegada de los extraordinarios lanzadores Danielsson o
Lupashko, que le han quitado la responsabilidad de las jugadas a
balón parado, iba a hacer que este chico holandés se desmoralizara
o perdiera su espíritu, se equivocaba. Cuando el equipo le necesitó
demostró su arte y su habilidad para el bien del conjunto.
A partir de ahí el equipo controló
el partido y no dejó ninguna opción a su rival que poco a poco se
fue desesperando ante la imposibilidad de tener el balón y acabó
provocando tarjetas y desorden.
Ni la inoportuna lesión del magnífico
guardameta Duarte en el minuto 34, suplida por el veterano y eficaz
Calveras; ni las dificultades que el campo empapado ponían al fino Zuleta
para jugar dentro del área como él sabe; ni el soprendente fallo del
certero Danielsson en el penalty del minuto 74, fueron motivo para
que el equipo perdiera su objetivo de vista.
Habían recibido unas
consignas muy claras y sabían lo que tenían que hacer. Y nada les
afectaría.
Así se sucedieron las oportunidades:
Danielsson en espectacular galopada, Fortuny el más sabio, el
sorprendente y descarado Bernabeu en varias ocasiones... Hasta que en
el minuto 84, cuando el rival intentaba quemar sus últimos
cartuchos, Zuleta, por fin, se resarció del esfuerzo de toda la
tarde rematando inteligentemente una brillante jugada del equipo, una
vez más, por el centro. 3-0 y el partido sentenciado.
Con la permanencia conseguida, la
afición en pleno, sabiendo que ello significaba el adiós al Míster
polaco, estalló en una prolongada y estruendosa ovación para este
equipo que a pesar de los errores, de la mala suerte y de los
inconvenientes, una vez más, resolvió un partido crucial y se
mantiene en la división a la que pertenece.
El equipo, reunido en el vestuario,
como un sólo hombre se abrazó al entrenador y al resto del cuerpo
técnico orgullosos de lo conseguido, de haber demostrado su valía
real y de haber recuperado la alegría y confianza de sus seguidores.
Y sabedores de que el reto en VI será cada vez
será más difícil. Pero deseosos de afrontarlo.
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