Las
imágenes y sonidos de aquella memorable tarde se agolpaban en su
mente:
Su
padre repitiendo la frase del Gran 14 Holandés: “En un partido
sólo hay un balón y quien lo tienen decide”, mientras Pinilla,
Parra y Bonte, (con la colaboración al final del partido de Gasau
y Jagoda), tocaban y controlaban el esférico mientras el contrario
corría intentando interceptarlo infructuosamente...
“¡Madre
mía qué defensa!, ¡fíjate, fíjate!, cómo se anticipan y el marcaje
que están haciendo, si es que sus delanteros no han tocado bola en
todo el partido, ¡ni una sola ocasión!”, decía una mujer dos
filas más arriba, mientras disfrutaba con el incansable y coordinado trabajo
de Engler, ligeramente hacia el centro; Majidi en la zona central y
César concentrado en su banda...
“¡Hajiabadi,
de nuevo partido con la portería a cero para mantener la división!”
pudo leer en el vídeo-marcador al bajar las escalinatas...
Las
carreras y fintas de Immerzeel por la banda derecha creando al menos
tres ocasiones, incluido un inteligente robo de balón en una cesión al portero
que convirtió en un tiro que se escapó pegado al poste, siempre sonriendo, que le hizo
recordar la frase de su entrenador en DaniFalkis: “Siempre sal al
campo a divertirte, ¡verás que bien juegas!”.
“Y
la tranquilidad que da el Piero Ostengo este que hemos fichado, ¡si
es que no baja de las 9 estrellas!”, comentaba a mitad del
partido el vendedor de los perritos calientes...
El
Coliseum aclamando al Míster Marsá para que saliera a saludar tras
el encuentro. “Hijo, no puede leerse mejor un partido... ¡es un
genio!” le dijo Benito, el vecino de la fila de delante y amigo
de su abuelo, que había sido una temporada tercer ayudante del
entrenador del Falkis en la Liga MAFO...
El
autobús de vuelta, atestado de gente con colores verde, blanco y
dorado, y de cánticos y algarabía, cuando alguien comentó: “Un equipo que
crea 9 ocasiones siempre acaba marcando... ¿pero sólo un gol?”, a
lo que otra voz contestó, “Es que, que seis hayan sido por el
centro cuando dominábamos las bandas... ¡eso es mala suerte!”.
“¡Peor
suerte han tenido ellos que no han tenido ni una!”, remató un tercero.
Y todos estallaron en risas de celebración...
Y todos estallaron en risas de celebración...
Y
entre todas, la imagen del elegante capitán Molins, cómo recibió
el pase del mediocampo, miró de reojo a su espalda, giró de golpe a
la derecha pillando por sorpresa a toda la defensa y en unas zancadas
desbordando irremediablemente al lateral izquierdo, se plantó en
el área y ralentizó su carrera para acompasarse con la salida del
portero, estudiándolo, y cómo suavemente pero firme, colocó el balón raso fuera de
su alcance junto a la base del poste largo donde el balón tocó la red
para acomodarse mansamente al fondo de las mallas... era el minuto
tres y casi no pudo verlo porque muchos de los espectadores no se
habían sentado todavía...
“Ese
es el Capitán. Siempre concentrado en el objetivo y resolviendo,
como ya hizo hace dos años en la Promo del ascenso con sus
dos goles, desde el inicio... ¡tomando la responsabilidad!”,
le dijo eufórico su padre mientras se abrazaban celebrando el
tanto que al final daría la victoria...
Y la
merecidísima ovación, ensordecedora y emocionante, y los gritos de "¡MVP!" cuando
Molins en el 80' dejaba su puesto al Ratoncito y se abrazaba
al Mister reconociéndole el acierto en la alineación y el
planteamiento del partido y agradeciéndole la confianza, una vez más...
Finalmente como si de una película se tratara, la panorámica del Coliseum estallando en alegría como nunca había visto, cuando el árbitro pitó el final y
por fin celebraron la permanencia por segunda temporada consecutiva
en la difícil V división. "Un momento histórico, hijo", le dijo su abuelo posando la mano cariñosamente sobre su cabeza... mirándo para arriba con el rabillo del ojo le pareció ver que tenía algunas lágrimas en los ojos...
Secundino se dio la enésima vuelta en
la cama y suspiró:
"¡Pero cómo voy dormirme después de
todo esto!".
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