Tras
arañar un punto en el feudo del rival histórico, quedaba un último
escollo, en casa, en el Coliseo, con nuestra afición, con su fuerza.
Pero...
de veinte veces que juegues el partido: ganarías 14, empatarías 3
(el empate te favorece y te acerca al título) y perderías, sólo
tres. Y esta, es una de ellas...
Lo
demás ya lo contó el relator, desde el otro lado.
Y con
el partido se pierden los tres puntos y el liderazgo. Y el título.
Te quedas 3 spuntos por detrás a falta de dos partidos. Te tienen
pilaldo. La única esperanza, el enfretamiento entre el lider y el
tercero en la últioma jornada en casa de este último. Tu rival
histórico. El que te quitó el título a falta de 5 segundos...
Es
como un sueño de vida, una ilusión, una quimera... cosa de los
hados...
Pero
tienes que seguir adelente y toca partido. Viajas al feudo de uno de
los equipos de cola, ya descendido. Y vas... y el entrenador grita y
pone la profesionalidad por delante del desánimo. Y el Capitán
empuja. Y los veteranos ayudan y los jóvenes asumen la
responsabldiad y el Equipo sale al campo y brilla y juega como nunca
y golea. No por esperado, menos mérito.
Y
vuelves a casa contento por haber cumplido. Pero con la nube del
segundo puesto en la cabeza. Aún.
Y en
el camino llegan las noticias. La sorpesa. El estupor. La alegría
incontenida. Vuelve la ilusión.
El
líder ha tropezado en su salida. ¡Y ha salido goleado!. ¿Pagando
el esfuerzo?. ¿Sorprendido relajado?. ¿De dónde sale esa bestia
vengadora?. ¿Cuándo ese rival ha dominado así?. Y es tu rival para
el último partido...
Lo
único que sabes es que eres Líder. De nuevo. Y dependes sólo de
tí. En el último partido. En tu castillo. En el Coliseo. En tu
casa. Con tu afición. Con su fuerza.
Un
partido a un paso de un sueño.
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