Esta
última semana de la temporada ha sido una semana un poco volátil.
Etérea
para algunos. Ventosa, quizás. Aérea en algún sentido. Incluso,
evanescente.
Empezó
con la sorpresa del tropezón del nuevo líder que colocaba al Equipo
en el primer lugar de la tabla y dependiendo sólo de sí mismo en el
último partido. Y se lanzaron las campanas al vuelo. Y el aire se
llenó de esperanza. Hubo quien envió globos sonda sobre el futuro
inabarcable, indefinido e inesperado.
Las
cosas estaban en el aire y la oporunidad nos cayó del cielo.
Durante
la semana el globo se fue inflando con el optimismo exacerbado y la
euforia incontrolada. Casi, ¿con humo?.
Las
dudas sobre el rival y su ascensión a la lucha por el título,
llenaron de gas enrrarecido el ambiente y la mente de los analistas.
¿Era un fuego de artificio o era un carga de profundidad?.
El
Equipo se ha ido desgastando, perdiendo fuelle poco a poco.
La
primera vuelta se saldó con victorias y un sólo empate. La segunda
-era cuestión de repetir la tarea- se enturbió en el primer partido con la derrota por la mínima en un partido a priori asequible. Luego
se fue empañando cada vez más a pesar de rascar un punto en casa
del histórico rival, con la derrota en casa en el penúltimo
partido, en realidad era la final porque esa victoria nos daba el
título. Y ha llegado al último partido, el definitivo, sin apenas
aire.
Y
en los partidos ha pasado igual: el equipo se planta omnipresente,
llenado todo el espacio como un gas expandido en el inicio y luego se va desinflando de
manera que al final es un trapo en manos de sus rivales. De ahí la
primera derrota. Imposible parchear el agujero cuando el aire empieza
a salir.
Y
así nos plantamos en el partido de hoy. Ganar siginificaba el
título. Ni se pensaba en el empate... que a la postre habría
valido. Pero el espíritu del Equipo es ese: ganar o nada.
Empieza
el partido y primer desaliento: el centro del campo del rival es tan
fuerte como parecía en el último partido. Pero hay que jugar y
nuestro pichichi y nuestra delantera soplan por el centro. Detrás
los veteranos defensas ponen la cortina de aire delante
de Camporese.
A
pesar de la igualdad, es el rival el que lanza el balón que sopla contra
nuestra portería. El primero truena en el larguero. Y el segundo hace
mercerse la red... 0-1. El alma se nos cae al suelo.
En
el 24' a Tarquinio se lo lleva el aire, bueno va en volandas en la
camilla. Su acrrera se ha acabado. 6 semanas, a su edad, es mucho.
Demasiado. Nos deja su parte hecha. Navarro pone voluntad pero su
nivel es inferior: resopla tras el infatigable extremo.
Y
llega por esa banda el 0-2. “Es
increíble, siempre nos pasa igual”,
bufa el Propietario echando humo por las orejas.
Y
Navarro desfondado llega tarde y se lleva por delante al lateral contrario. Otro
en camilla. Un perdóneme
charro, queda flotando en el aire.
Llega
el descanso y el Equipo coge aire. La salida de Aneiros nos insufla
juego y esperanza.
En
el 60' otra jugada en la misma banda y el 0-3.
Gasau,
¡otra vez!, lesiona a un contrario. Pero si este chico tiene aire de
buena persona...
Ni
aún así.
En el 84' el 0-4 confirma el ciclón que es este Otro
Sporting. Hemos sembrado vientos y nos crecen las tempestades en
contra.
Y
nuestros delanteros , en 90 minutos, casi ni han llegado... esto se
parece que otro partido. El juego de las similitudes empieza a ser un
mal presagio y una fea costumbre.
El
Míster Marsá habla de respirar hondo y valorar lo hecho, lo
conseguido y con qué mimbres. Seguimos siendo uno d elso Equipos más
débiles y más viejos y seguimos dando guerra.
El
Propietario, que se ha pillado un globo tremendo, habla de volar
cabezas, de saltar tapas de seos, de lanzarlo todo por la borda... y
ojo que ese sí es un ciclón, un tornado, el huracán devastador,
lel vendaval vengador, el tifón de fondo que sube a la superficie,
el torbellino de palabras y hechos, la tromba que inunda y arrasra,
la tempestad precedida de la borrasca...
Y este sueño -de volver a V- está claro que se acabó. Se ha esfumado,
en el aire...
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